domingo, 1 de febrero de 2009

El Señor de los Anillos


Hubo un tiempo no muy lejano, en el que el mejor equipo del siglo XX dejaba constancia de su honorífico título a base de señorío y buen hacer; hubo un tiempo en el que los mejores jugadores se peleaban por vestir de blanco, por acudir a la Fábrica de la Castellana y hacer rugir a los 87.554 feligreses que con devoción demuestran su fe en el esfuerzo, en el espíritu y el tesón con absoluta puntualidad cada fin de semana. Hubo un tiempo en el que un presidente marcó el devenir de la historia del equipo de fútbol más influyente del mundo, cambiando a su paso la historia del deporte rey. Hubo un tiempo en el que las Copas en blanco y negro se siguieron de otras tres en color tras 32 años de sequía; pero hubo un tiempo en el que todo esto se perdió, la grandeza se difuminó, y el equipo majestuoso y señorial se quedó sin grandeza ni estrellas, sin respeto, sin esos valores que el dinero no puede comprar y que son los más valiosos.
Es difícil citar el germen del problema; Mendoza y Lorenzo Sanz siempre estuvieron perseguidos por un halo de nocturnidad y alevosía, de un toque de forofismo en cubierta que fue capaz de secundar a Octavas y Quintas del Buitre, a chilenas de Hugo Sánchez y a tijeras de McManaman, a aguanises de Raúl y a regates sobre la cal del antecesor del 7 de España.
Es difícil justificar la labor extradeportiva de Don José Ramón Calderón Ramos, el décimo octavo inquilino de la segunda Casa Blanca más cotizada del mundo. En su honor quedarán sus dos ligas de connotaciones opuestas; la de la épica de la remontada y la de la excelencia no tan sublime que trajo un halo disfrazado de superioridad que acabó con un record de puntos y con un paseíllo del eterno rival. También quedará la Supercopa contra el Valencia, que se ajustó a lo que han sido sus dos años y medio de mandato, remar y remar, luchar contra todo y contra todos, jugar en inferioridad numérica hasta alzar los brazos victoriosos. Pero lejos de esos tres títulos, lo que quedará será la dilapidación de una galaxia anclada en su propio ego, un perfume rancio de Channel que terminó marchitando el pasto de Don Santiago. Cerró tres años de sombras calladas con Gravessens y Pablos Garcías, tomando el testigo de un ser superior que cogió su bote salvavidas privado para no hacerse terrenal.
Ese mismo hombre que ha sido el principio del fin del palentino que durante un corto periodo ha cumplido su sueño y lo ha vivido despierto, debido en parte a que los inmensos frentes en los que se vio inmerso le impidieron un momento de relax. Y es que el Real Madrid, como instución y como empresa, como marca y como seña de identidad, es el caramelo más tentador para las altas esferas de la sociedad poderosa de un país. Políticos, empresarios y trovadores que manejan desde las sombras los hilos de un Club que ha pasado a ser una marioneta del negocio, de las recalificaciones y de esos valores ajeno a lo deportivo y que imperan en el actual mundo del deporte.
Hay muchas maneras de ascender una cima, pero tan solo hay una cima. Y es que el fin no justifica los medios, y Ramón Calderón se ha visto devorado con la misma máquina quitamiedos con la que azotaba las asambleas de compromisarios, con la que barrió el tufo de ese ser superior frio y calculador que eclipsó esa nova luminosa que él mismo se había inventado. No voy a ser yo quién justifique los errores de Calderón, que han sido muchos y variados en tan poco tiempo de mandato. Con esa pinta de forajido del Oeste, de mafioso de película italiana, con su versatilidad para recorrerse el mundo para aparecer en la foto, para dar vueltas de honor anticipadas, y sentir como propio un éxito que siempre se le ha negado y que él ansiaba tener. El Real Madrid son Zamora, Di Estefano, Buitres y Zidanes. Un elenco de estrellas, en el que personajes como Nanín o Bárcenas nunca debieron tener cabida, ni mucho menos protagonismo. Un club como el Madrid no puede hacer el ridículo con la normativa invernal de la Champions, ni entrar en disputa con un coloso inglés comandado por un senil Lord-Sir de dudable calidad ética y personal. El mejor club del siglo XX no puede quedar en evidencia intentando fichajes de relumbrón dando palos de ciego, ni se puede arrojar a la desesperada para recibir el No de jugadores menores. El Real Madrid parte con el hándicap de que le sube el precio de los fichajes por el simple hecho de llamar desde las oficinas de Concha Espina, pero ese encarecimiento tiene que compensarse por la gloria y el hambre de las estrellas que siempre han querido y querrán vestir de blanco y seguir agrandando la leyenda defendida por ese ramillete de privilegiados que se han enfundado la elástica blanca, y que la han paseado con dignidad por el mundo.
Ramón Calderón acabó desquiciado; nunca trabajó tranquilo, siempre tuvo una orquesta que tocaba desafinada la partitura para poner en duda la labor del director. Desde su carente de credibiliad victoria en unas elecciones al descubierto, ha sido un hombre puesto en duda. Una duda llegada desde altas estancias y secundada por una prensa corrompida por el poder que unos dan y otros quitan. Y es que a buen seguro, que ese ser superior que dejó el barco, que a buen seguro que retomará este verano como mesías apocalíptico viniendo de la mano con el venerado Zidane, que traerá de nuevo a magos y virtuosos para retomar la galaxia que él trató con dejadez y mimos mal repartidos, ha tenido mucho que ver en esa campaña orquestada y que ha quebrado el titanic que él tanto manifiesta querer. Calderón siempre se lo olía, y buscaba iceberg para evitar la colisión, intentaba dar golpes de timón para evitar su hecatombe, pero al final, ese barco llamado deseo se agrietó y el año ha terminado por inundar el nuevo buque de Boluda
Si saco algo de los acontecimientos que se han sucedido últimamente, es que la política es la madre de todas las batallas, y de que las grandes empresas son la base desgraciadamente de todo con lo que nos vanagloriamos. Los Aznar, Villalongas y Florentinos, son las muestras perfectas de lo que se ha convertido la sociedad actual. Unos magos en ocultarse en caretas para buscar su gloria personal, su prestigio y su dinero, poderoso caballero es ese, que motiva e incentiva a un diario “neutral” a buscar con ahínco una falsa en la Asamblea, que ha terminado por demostrar que detrás de la pompa del Bernabéu, detrás de las cuatro torres que la empresa de Florentino consiguió construir tras su paso por la Casa Blanca, se encontraba un tufo de mentira y soborno, de ultras y pucherazos. Marca lo descubrió porque ocurrió ( no justifico lo hecho por Calderón), pero me surgen dudas al ver si interés inusitado para que el sillón presidencial cambie de inquilino, para que las posaderas de un ser superior vuelvan a posarse en el trono que una vez dejó atrás. Un adelantado para los negocio venido a más, de indudable aptitudes intelectuales muy por encima de la medi y de mejores contactos que agrandó su aureola y status a su paso por Chamartín. Pero ahí los periodistas no jugaron a detectives, no comprobaron fotos ni contratos, no mandaron a sus sabuesos para rastrear el olor a salchicha que cualquier perro callejero hubiera sido capaz de percatar. Me temo el motivo de esa falta de atención, de ese despiste generalizado que hace que la vida de algunos sea un camino de rosas sin espinas, y que en el otro lado del terreno, convierten la existencia de los no eruditos en un campo de minas al estilo Afganistán

Que Dios nos pille confesados, porque más de uno tendrá que pasar por el confesionario. Críticos y detractores; peones, albañiles y arquitectos afanados en destruir a un Imperio. Pero el Real Madrid volverá a reinar: todo lo que no le mata le hace más fuerte

Descanse en paz, Don José Ramón Calderón Ramos