viernes, 4 de septiembre de 2009

Superproducciones Pérez

Permítanme comenzar esta entrada parafraseando una de esas poesías hechas canciones del maestro Joaquín Sabina:

Sólo puedo pedirte que me esperes
al otro lado de la nube negra,
allá donde no quedan mercaderes
que venden soledades de ginebra.

Al otro lado de los pagones,
al otro lado de la luna en quiebra,
allá donde se escriben las canciones
con humo blanco de la nube negra

Esta entrada tiene un comienzo que se aleja de los cánones de lo ortodoxo. Hay gente, amigos, lectores, que me tachan de subirme continuamente en marcha del tren que más veloz recorre los páramos de hierro. Quizás (seguro), que tengan razón, pero también es cierto ese refrán que versa aquello de que de bien nacidos es ser agradecidos. Uno sólo puede avanzar reconociendo sus errores, y yo, desde aquí, purgo los míos a modo de puñal literario con fecha de 1 de Febrero de este 2009, en la que aprovechaba el adiós de la Casa blanca de Ramón Calderón, para criticar a un antecesor, al que ahora, recibo como agua de mayo, agradeciendo más que el equipo que ha armado, el ser capaz de poner cordura donde antes tan sólo había caos, en ese territorio donde Atila parecía ser su dueño, donde el blanco se hizo negro, y donde un monstruo llamado Real Madrid navegaba a la deriva a la espera de ese marinero curtido en muchas horas a bordo de su Pitina, para reflotar un Titanic llamado a perderse en la profundidad del océano.

Florentino Pérez Rodríguez ha vuelto a su casa, de la que nunca debió salir, pero de la que se vio precipitado tras problemas varios de las que afortunadamente el tiempo y el tesón de su mujer han conseguido solucionar. Muchos han sido los llamados a ser sucesores de Santiago Bernabéu, pero parece ser que el vigésimo sexto inquilino es el elegido, el hombre que hace oro todo lo que toca, que sabe poner música a un equipo, a un amor, que aflora los sentimientos de una masa social que se estremece ante el grito desgarrado de Paco Mercé en ese himno del Centenario que es santo y seña para el madridismo. El hombre de los mil apodos está de vuelta: engreído, prepotente, déspota… Florentino quizás sea un poco de todo eso, pero sobre todo es mucho más. Un hombre que se ha hecho a sí mismo, un ser llamado superior, con una inteligencia rapaz que le hace surcar los cielos con la clarividencia de los Dioses, un hombre que pese al Imperio que ha construido, sabe quién es, de dónde viene, y sobre todo, hacia donde quiere ir; un caballero de los que ya no quedan, que levanta tantas críticas como admiraciones. La envidia es la religión de los mediocres, y seguro que el bueno de Florentino tiene un buen séquito de fieles detractores, que esperan agazapados, como lobos a que su presa haga un alto en el camino para empezar a hincar sus dientes afilados.

El día que retomaba sus labores, y acompañado por su equipo de sabios filósofos que tienen en Valdano su máximo exponente de sapiencia, se anunció una superproducción de la que muchos dudábamos. Dudas que se podían explicar desde varios frentes: por un lado la inercia pesimista en la que el madridismo se encontraba anclado tras varios años paseando sus miserias por Europa; por otro lado, eclipsados ante la larga sombra que proyectaba el triplete del eterno rival; y también, y no conviene olvidarlo, por la época de crisis económica global en la que el mundo se encuentra inmerso, en un marco no demasiado propicio para el proyecto faraónico que necesitaba el Real Madrid para lavar una cara sonrojada ante tanto pitorreo, mentiras, y dimes y diretes. Pero Florentino, ese malabarista de los números, ese Cum Laudem de las finanzas, ese líder callado, se vistió de corto y calculadora en mano empezó a edificar los cimientos de un proyecto condenado a convertirse en Octava Maravilla del Mundo.

Acostumbrados a la mediocridad que desfilaba cada domingo por el Bernabéu, esa clase media que jugaba siempre al límite para tapar las carencias de una plantilla mal confeccionada y carente del calidad, ante las eternas promesas de nombres y hombres, de los Kaka y Cesc de turno, la masa merengue había dejado de creer, de ilusionarse… Demasiadas promesas incumplidas, muchas verdades a medias, excesivos desengaños para una afición acostumbrada al caviar de una época galáctica reciente en la que el nuevo Chamartín de la Castellana era la pasarela futbolística de referencia gracias a los Zidane, Ronaldo y Figo de turno. Los focos habían dado la espalda, pero Florentino ha conseguido cambiar la dinámica de los últimos años, esa lacra de pérdida de identidad, la cual ha sabido recuperar en tan sólo un mes de mandato. Ni las estrellas traídas, ni el buen hacer de los que quedan, ni un ingeniero en el banquillo aseguran un éxito con visos de producirse, pero sin duda, el mayor logro del nuevo Obama madridista ha sido recuperar la ilusión de una masa resignada al duro presente que le estaba tocando vivir.

252 millones de Euros son una coartada suficiente para algunos para criticar y quitar el mérito a esa junta de Gobierno que ha tomado el mando. Se han levantado voces que jamás debieron opinar, muchas y diversas versiones de gente inesperada, como ese clero catalán que se rasgó las vestiduras tras el fichaje de Cristiano Ronaldo, pero que hizo fumata blanca con su silencio tras el importante desembolso por el bueno de Zlatan.



Parece que Florentino vive ajeno a la realidad recesiva que nos castiga a todos, pero más lejos de la realidad. Como patrón modélico de ese titán de la ingeniería que es ACS, Florentino ha desembolsado para luego hacer caja. Lejos de malgastar millones, de despilfarrar cuantías abusivas en sospechosas comisiones, los fichajes de esta temporada son un canto de sirena, un cebo para atraer a una economía aletargada. El dinero mueve al dinero, y Florentino ha vuelto a demostrar que en lo referente a las finanzas no tiene rival. Muchos se alarman, otros tantos dudan de la viabilidad de un Club como el Madrid al que se pone en duda que pueda hacer frente a este desmesurado gasto, pero yo, mientras los cálculos vengan de donde vienen, no cuestionaré cantidades, no pondré en tela de juicio unos pasos que son meditados y que no dejan lugar a la improvisación.

La nueva galaxia vuelve a tomar Madrid, para hacer frente a ese equipo de leyenda insaciable e incansable que sigue llenando su vitrina ganando todo lo que disputa. De nuevo habrá estrella principal a lomos de un evangélico Kaka que parece predicar el buen fútbol que derrocha. Que tendrá de nuevo en la banda derecha al jugador mediático por excelencia, tan guapo como buen jugador, que no cesará en su labor de disputarle a Messi el honor de ser el mejor jugador del mundo. Que tendrá en Xabi Alonso el director de la orquesta montada con los mejores instrumentistas; que con Benzema se tendrá al delantero total del futuro, que crecerá siguiendo los consejos del eterno capitán y alentado por esa competencia sana que hará esa estrella bendecida por los astros que es Higuaín. Un equipo armado defensivamente por sangre ibérica tras las incorporaciones de Albiol y Arbeloa, que tendrán su motor con el renacer de un Sergio Ramos que debe de dar de una vez por todas un paso al frente y recoger el testigo de Fernando Hierro, que tendrá en Pepe a un padre protector que a modo de coberturas pondrá paz donde antes tan sólo había angustia. Un conjunto en la que un Lass llamado a ser un actor secundario tendrá una importancia capital, ya que será el hombre que oxigene la medular blanca.

Un sueño llamado Real Madrid que para producirse se ha cobrado unas víctimas con piel de cordero, en los nombres de Robben y Sneijder, grandísimos jugadores que tan sólo han conseguido brillar por rachas. Jugadores capaces pero prescindibles ante lo ofrecido en los últimos dos largos años, en los que dejan la impresión de poder haber dado más de lo ofrecido. Salidas que han levantado ampollas y alzado voces, pero que eran necesarias para que el equilibrio económico cuadrara, ya que para el deportivo, a buen seguro que Pellegrini hará de un domador de egos y fieras, para hacer de este equipo, una escuadra de leyenda que hace que esa nube negra que se encontraba instalada sobre el Estadio Santiago Bernabéu se vaya para no volver.



Nunca se da tanto como cuando se da esperanza, ese brío color verde que se ha instalada en los ojos de unos aficionados que ya ven el futuro con otra mirada, gracias en parte a ese ser superior que es Florentino.

Sólo puedo pedirte que me esperes
al otro lado de la nube negra,
allá donde no quedan mercaderes
que venden soledades de ginebra.

Al otro lado de los pagones,
al otro lado de la luna en quiebra,
allá donde se escriben las canciones
con humo blanco de la nube negra